miércoles, 30 de julio de 2008

Las otras maravillas... con Nacho Ares

LA DAMA DE ELCHE
nachoares70@gmail.com / www.nachoares.com


El 4 de agosto de 1897, don Manuel Campello, un importante médico alicantino, aficionado a la compraventa de obras de arte, descubrió en su finca de La Alcudia, muy cerca de Elche, una figura de una mujer. Tenía 56 centímetros de alto y estaba colocada entre seis losas verticales de piedra dentro de un estrato de época romana. En la actualidad se data a la Dama de Elche en el siglo V a. de C.
Varios investigadores franceses con Pierre Paris, del Museo del Louvre, a la cabeza se acercaron hasta Elche para conocer la figura. Tasados su valor y autenticidad, por 5.200 pesetas de plata de la época -poco más de 6000 euros-, los arqueólogos franceses se llevaron la pieza al museo parisino. Allí estuvo hasta que en 1941 pasó al Museo del Prado, siendo definitivamente llevada al Museo Arqueológico Nacional treinta años después.
En 1995 John F. Moffitt, profesor de Arte de la New Mexico State University (EE.UU), publicó El caso de la Dama de Elche, crónica de una Leyenda. En su libro Moffitt resulta muy claro: la Dama de Elche es una hábil falsificación encargada por el dueño de la finca en donde apareció, don Manuel Campello, a uno de los más diestros falsificadores de obras de arte del siglo pasado, cuyo nombre era Francisco Pallás y Puig.
Moffitt se convertía, pues, en el abanderado de muchos historiadores del arte que ya antes que él habían pregonado en círculos muy selectos sus serias dudas sobre la autenticidad de la Dama de Elche.
En primer lugar, el profesor estadounidense llamaba la atención sobre lo extraño que resultaba que una obra de arte ibérico hubiera sido hecha a
tamaño natural, algo que se aleja de la norma común en el arte de este período. Por su parte, la base de la Dama, con forma cuadrada, era otro significativo detalle sin igual dentro de la estética ibérica, a lo que habría que sumar su extraordinario y sospechoso magnífico estado de conservación.
Tampoco hay precedentes de la existencia de bustos en la estatuaria ibérica y, ni mucho menos, de rostros dotados de la personalidad que emana la figura ilicitana.
Otro de los detalles figurativos más sorprendentes y que convierten a la Dama de Elche en el punto de mira de los críticos es su tocado “imposible”: dos grandes rodetes cuyo extraordinario peso, siempre según Moffitt, harían imposible que cualquier persona pudiera andar con normalidad con tal atuendo.
A los detalles propiamente estilísticos, que un experto en arte ibérico puede o no compartir, Moffitt añadía otras pruebas, quizá, de más valía: las extrañas circunstancias que se sucedieron durante aquellos días de 1897. El propio testimonio de su verdadero descubridor, un muchacho de catorce caños llamado por simple coincidencia, Manuel Campello, pero que nada tenia que ver con el médico, dueño de la finca, es esclarecedor. El hallazgo se realizó de forma casual cuando se hacían obras de allanamiento en la propiedad, para hacer bancales y plantar granados y alfalfa.
En palabras del muchacho, “la tierra que rodeaba a la figura se desprendía con facilidad”, por lo que daba la impresión haber sido puesta allí el día anterior. A nadie le puede pasar desapercibido este extraño detalle. Y si además, añadimos que el estrato donde se halló era de época romana, circunstancia que en un principio confundió al profesor García y Bellido para datarla en este momento de la historia, las dudas que se ciernen sobre la Dama ilicitana son, al menos, comprensibles.
Curiosamente, y por más que se intentó, el equipo francés del profesor Paris no halló ninguna otra pieza ni ibérica ni romana, en toda la finca del doctor Campello. Y tuvo que ser éste quien diera el 13 de mayo de 1898 con una nueva figura ibérica, tras mandar trabajar con sospechosa precisión a unos obreros suyos a un lugar muy concreto de la misma finca de La Alcudia.
Se trataba del fragmento de un guerrero con falcata, la típica espada ibérica, de poco más de 43 centímetros de altura y que hoy se conserva en el mismo museo de Madrid. Lo anecdótico de este nuevo hallazgo es que se trataba de una pieza idéntica a otra -postura y mutilaciones- hallada dos años antes en el Llano de la Consolación (Albacete) y que hoy día se conserva en el Museo Arqueológico de Murcia.
Según Moffitt, la única persona que pudo haber realizado una obra de tal calidad en aquellos años de fines del siglo XIX fue Francisco Pallás y Puig. Este famoso falsificador, que ya puso en un brete a más de un especialista con dos trípticos pseudo-góticos, realizados en marfil en 1895 y que se conservan
en la Walters Art Gallery de Baltimore (EE.UU), debió de emplear para el trabajo de la Dama, diferentes láminas de obras ibéricas auténticas publicadas antes de 1897.
Sin embargo, el modelo definitivo, siempre siguiendo a Moffitt, lo obtuvo Pallás de la Damita 7.707 descubierta en el Cerro de los Santos de Albacete y conservada en el Museo Arqueológico Nacional. Aparte de ser su inspiración, también fue el foco principal de los errores cometidos por el hábil artista, ya que éste nunca debió de ver la obra original, sino las láminas publicadas en una obra del historiador Paulino Savirón en 1875.
A pesar de estas pruebas tan aparentemente sólidas, es cierto que la Dama de Elche, por mucho que argumente Moffitt, es auténtica. Así me lo hizo saber en su momento don Manuel Bendala, catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid: “Creo que es una especie de libro con una recreación vamos a llamarla inteligentemente simpática, pero nada creíble científicamente. Por una parte ya ha habido críticas muy sesudas de otros colegas, que me han evitado hacer de forma personal una crítica aunque la haya manifestado en no pocos foros colectivos. Ricardo Olmos o Paloma Cabrera, entre otros investigadores, han escrito sobre la falta de fundamento metodológico del escrito de Moffitt, sobre todo porque ignora un montón de cosas y pasa de soslayo por las que no le conviene. Por ejemplo, la complejidad de que exista una fíbula anular que recoge la túnica y que no se conocía en el año en que fue descubierta la pieza, en 1897. Ni siquiera estaba sistematizada en la época en la que Moffitt supone que se hizo la falsificación.
Este y otros argumentos hacen pensar que, aunque sea una obra inteligentemente urdida o con cierto halo novelesco que ha provocado toda la polémica que ha levantado, no me inquieta nada desde el punto de vista arqueológico. Creo que la Dama de Elche es una pieza única”.
Sobran más comentarios.

No olvides leer...
John F. Moffit, El caso de la Dama de Elche. Crónica de una eyenda, Destino, Barcelona 1996.

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